Nací el 9 de junio de 1977 en Buenos Aires, Argentina. Provengo de una familia de clase media trabajadora que me dio una excelente educación y que, desde muy pequeño, me inculcó valores y principios, como te compartí en las primeras líneas. Desde pequeño, sentí dentro de mí las ganas de crecer; en todo momento, veía en mi familia la dedicación al trabajo. Mi abuelo, nacido en Polonia, escapó de la guerra, vino a Argentina prácticamente sin dinero y formó una carrera comercial de la nada, con muchísimo sacrificio, junto a mi abuela. Creo que esta experiencia me acompañó a lo largo de toda mi vida.
A mis 17 años, comencé a trabajar de manera independiente en una fábrica textil para generar mis propios ingresos, y así poder irme de vacaciones con mis amigos por primera vez con el dinero que yo mismo había ganado. Este primer emprendimiento lo conseguí sin ayuda de nadie. De a poco, fui creciendo: vendía ropa al por mayor, pero mi país, Argentina, no solo era complicado por las reglas de juego que cambiaban todo el tiempo (como te conté al comienzo): a este tema se le sumaba que hacer negocios a mi edad no era un tema sencillo.
Alrededor de los años 1999 y 2000, un amigo, el día de su boda, me comentó que su hermano había abierto una empresa inmobiliaria en los Estados Unidos, más específicamente en la ciudad de Miami, en Florida, y me ofrecía irme a trabajar con ellos. Por un lado, llevar a cabo este ofrecimiento era una locura; hacerlo significaba dejar todo por algo que no conocía, pero, por otra parte, era un gran desafío. A partir de ese momento, comenzó a rondar en mi mente la idea de emigrar. Finalmente, me compré un pasaje, y fui a visitarlo a su oficina, para ver de qué se trataba todo eso. Al llegar y ver el lugar, al ponerme en conocimiento de los números que se manejaban cifras que jamás había escuchado ni había imaginado alcanzar, me di cuenta de que mi futuro estaba allí.
Regresé a Argentina, hablé con mis padres y les comenté de este proyecto. Tuve la fortuna de que fueron los primeros en motivarme (sin ese apoyo, no me hubiera podido ir) y, a partir de entonces, comencé a programar el cierre del proyecto de mi empresa textil y, al mismo tiempo, comencé a estudiar inglés, ya que era un idioma que no manejaba correctamente, y lo iba a necesitar —mucho— para hacer negocios en ese país. Un 4 de abril de 2001, me fui definitivamente a trabajar allí.
Fue muy duro dejar a toda mi familia y a mis amigos… En ese tiempo tenía una perra llamada Sharon, a la que amaba con toda mi vida y a quien también tuve que dejar, pero con tan solo 23 años estaba convencido de que ese era el camino que debía tomar. Recuerdo que vinieron a despedirme como unas treinta personas. Mientras estaba con mi familia, no se me cayó ni una sola lágrima. Sin embargo, cuando estuve solo, no pude contenerme. Este fue un momento muy angustiante, pero necesitaba sacarme toda esa carga de tristeza de mi interior. Al poco tiempo, llegó el avión y arrancó mi historia en los Estados Unidos.